miércoles, 24 de octubre de 2012

Soledad de piedra



Era de piedra la soledad,
la quietud vivía en mi aposento.
Me sumergí en las horas calladas,
un mar de anhelos crecía en mi interior.
Percibí el sentido de la luz
en un océano de sueños

En el pentagrama de la noche
sentí la magia del silencio
en un arpegio de notas aromadas.
Pálpitos de áuricos reflejos.

El tiempo sin pausa navega
devorando las horas,
y yo, mis penas devano.

Cada día la brisa me dicta la noche.
Las noches ocupan mi espacio
y mis sueños portan estandarte
al amante de la ilusión andante.

En el silencio, tan indomables son mis pesares
que olvidando el atavío,
en arrogancia cambio de traje,
que no hace al personaje ni al linaje.

Como cadáver errante,
mi jardín ya gélido,
poblado queda de oquedades,
pese a los rojos rosales.

Una mañana nacerá
y los rosales cantarán.
Extinguida la soledad,
los sauces sus lágrimas enjugarán.