domingo, 22 de marzo de 2020

EL NEGOCIO DE LA VIDA EN SOCIEDAD





Toda vida en sociedad es hija de la tribu que la alumbró y los ancestros que la custodian; aquello más la innovación, conforman la generación que evoluciona transformando lo que unos y otros son.

Todo ello no es otra cosa que el germen básico de la educación. El estrato superior es aquel que conforma la instrucción pública. Ambos son los pilares fundamentales que dan lugar a la sociedad civilizada, de cuya madurez nacerá la cultura, la que acredita el ser y estar de los individuos y de los pueblos en su conjunto.

El negocio de la vida en sociedad, exige compromiso y civismo ético, lo que no es otra cosa que un absoluto respeto al yo, el tú y el nosotros, lo que se genera desde la cuna hasta la tumba. Ello es honorabilidad de la vida personal y equilibrio con los convecinos, basamentos ambos, de sabiduría e inteligencia individual y colectiva.

La vida es individualidad y colectividad en armonía o no es nada, su base es la tribu, donde se forjan los individuos por medio de la educación, tiempo y espacio en el que nacen los valores individuales; lugar donde se cimientan los conceptos corporativos y la pluralidad del yo.

El negocio de la vida en sociedad, es la educación de la tribu, lo que se ve reforzada por la instrucción pública, espacios y tiempos donde se juega la gran partida del ser y el saber; donde crece la inteligencia, la sabiduría y la ciencia pública; tiempo y espacio en el que nace la utilidad plural. Ello desde la más tierna edad hasta la universidad, donde todos los sujetos, sin distinción alguna, deben ser instruidos en los más amplios saberes del conocimiento, ya como individuos, ya como miembros de una sociedad plural, recibiendo por ello la capacitación más amplia.

El negocio de la vida en sociedad exige congruencia e igualdad, para todos y cada uno de los individuos, con equilibrio y observación de todas y cada una de las reglas de juego.

Por tal, desde la Jefatura del Estado hasta la última criatura, en su individualidad y con absoluta honestidad, es obligado trabajar todos y cada uno de los días, por el bien colectivo de la Nación, así como por la perfección individual, en lo físico, en lo psíquico y en lo instructivo, cuyo fin, no es otro que generar la más justa y completa capacitación profesional, donde todas las criaturas puedan ganar el pan de la vida, desde el bien hacer, con total y pertinente honestidad.

En el negocio de la vida en sociedad, nada de los individuos, es ajeno al Estado, quien con toda pulcritud, es su deber, ayudar y defender los intereses individuales y colectivos de todas y cada una de las personas que conforma la Nación; ello no es otra cosa que la suprema obligación cívica de la administración de la Nación. Cualquier carencia en la felicidad de los individuos, como sujetos de la colectividad, es un infortunio de la Nación.

Así, en el negocio de la vida en sociedad, todo incumplimiento de la norma es una violación de la Constitución y por tal, de todo el corpus iuris civilis que la Nación se concede, cuyo administrador, por delegación, es el Estado. Por ello, cualquier carencia en las necesidades básicas de las personas que conforman la Nación, es un atentado a la dignidad de las personas, así como un fracaso contractual del Estado, por ende, una violación de la norma, una desventura de los individuos, de la tribu y de la Nación.

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