sábado, 8 de junio de 2013

Mi gata Mora





Un animal totalmente,
cariñoso su pelaje,
color negro toda ella, ni
una, para homenaje
sola mancha que le diese
distinción de su menaje,
ella por todo momento
sabía cual andamiaje,
ausentarse, saber estar,
era gracia paisanaje
jamás nadie molestaba.

Con los miembros de la casa,
a cada uno su individual
y personal acción, era
generosa y desigual,
en la atención de cada cual,
todo pendía de factual
batalla por lo primario,
sus actos eran lo puntual,
que su razonamiento le
daba, era todo gran ritual.

Sus necesidades siempre,
supo hacer sin ataje
donde no molestaba, en
el corral o con anclaje
las zonas ajardinadas
con el previo peritaje
de la matriarca de casa.

Gozaba de un privilegio,
cual era, por mucho con dual,
gozar de la misma edad del
hijo primus, hito censual,
jamás atajó saco roto.

Cuando su tiempo llegó, su
gracia demostró, coraje
para alumbrar a sus hijos,
que con mimos y carruaje
por su mitad, todo instante
supo cuidar, tal linaje,
de tercera generación,
en casa quedó. Tal cuaje,
con única distinción de
color en propio pelaje,
mata blanca en su derecho
superior, ojo calaje,
cual perdigón que busca su
cobijo. Aún así, jamás
a su madre pudo igualar.

La Mora en si siempre brilló,
los tejados todo día
corrió, en casa, su hogar,
todas las noches si durmió.