El
fulgor que desciende sobre mi y que,
irradia
desde mi interior, es el aliento
que
florece en la materia de mi cuerpo,
aquello
que transciende y me absorbe.
La
materia por medio de su abdique;
la
razón gana espacios y el acierto
del
lenguaje, supera el arquetipo,
transciende
los sentidos del puro adobe.
Aquello
que por medio de la reflexión,
eleva
el yo a una fusión de unidad,
siendo
la persona la que se hace presente.
Lo
que cuestiona el ser y estar, la anexión
a
la solemne meditación, el éxtasis
donde
florece la interioridad del yo.
©
Jcb