Mi
ambición es pobre,
me
basta con estar donde
y
con quien quiero estar,
cualquier
tiempo y lugar,
me
son suficientes,
siempre
que ellos sean ocupados
conforme
a los deseos de mi alma;
en
tales casos, mi cuerpo se adapta,
pasa
a formar un todo con mi yo,
los
tiempos y los espacios
se
funden en una unidad.
Sus
colores y olores, hechos y dichos,
se
yuxtaponen en transparencias,
que
son gratas a mi alma;
mi
yo es henchido,
incluso
se regenera y crece,
produciendo
nuevas sensaciones.
Toda
afectación a mi cuerpo,
genera
acentos en mi yo,
mi
alma es sanada o herida
con
la salud o enfermedad de mi cuerpo.
Las
heridas de mi cuerpo, afectan a mi alma,
pueden
ser circunstanciales o eternas.
Si
ello es ligero, las cargas de mi alma, son livianas.
Nada
me es ajeno,
mi
yo se ve afectado por todo aquello
que
a mi sociedad le ocupa y preocupa,
cualquiera
que sea el hecho, tiempo y el espacio,
mi
alma queda tomada;
más
aún, las cosas que ocupan a mi yo,
ellas
son lo universal,
no
así mi cuerpo que está limitado
al
tiempo y el espacio.
©
Jcb