Salvo
que sea un “lobo solitario”,
“alejado
del mundanal ruido”, te
debes
a la “manada” que te “amamantó”,
“te
forjó”, “te educó”, la que puso todas las
“piezas
del tablero” de tu formación,
quien
te alojó en la bases de la vida
y
la cultura que hoy conforman tu ser.
Aunque
te consideres “ciudadano del mundo”,
a
aquellas raíces te debes.
Defendiendo
tus raíces, defiendes tu identidad.
Es
por ello por lo que con tu “tribu” tienes
eternas
obligaciones de honorabilidad y fraternidad.
Por
respeto y honor de aquellas gentes,
tu
acción debe estar preñada de perfección,
cualesquiera
que sean los actos de tu vida,
donde
la belleza, la bondad,
la
honorabilidad, la virtud, la armonía,
la
profesionalidad y el civismo ético,
sean
prueba ejemplar de lo que
tus
antepasados sembraron en ti.
©
Jcb