jueves, 13 de octubre de 2016

LXX






Toma mis manos, que ellas sean tu
asidero, donde quiera que vayas
serán tu cayado con el que coserás
tus senderos, libres como tu espíritu,
desde donde instalarás el ímpetu
y la causa de tu acción, cuyas armas
sean razón y reflexión, acerías
con las que armarás tus corazas, tu
fortaleza, cual decoro de tus basas.
Toda construcción precisa sus firmes,
sin ellos los contrafuertes nada son.
A tu yo, le extiendo mis manos, las
puedes tomar o dejar, ellas son mimbres
para tu cesto, remos de tu velero.


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