La noche cubre mi estancia, anestesia
mi yo, me opongo a la monotonía,
niego el tiempo y el espacio, la atonía
carece de prestancia y pleitesía.
Cabe la virtud como cortesía,
luz y mesura, sueños de armonía
donde la razón pide sinfonía
de actos positivos en membresía.
Disfrutar del silencio es paz y ritmo
de vida, donde mora coherencia
interior del yo, forja de equilibrio,
unidad de reflexión, algoritmo
finito de la criatura, apetencia
del dominio por la estancia en umbrío.
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A Joaquín Alventosa Ferrer
Contradice todo cuanto produce,
su parecer es cotejo lúcido,
nada escapa a la razón del crecido
celo a la verdad con que se conduce.
Todo lo observa, pondera e introduce
medida justa y certero zurcido,
cuyo hacer personal es renacido
decir de cabal dicción que seduce.
Su silencio interior es el zumbido
de aliento por la perfecta y natural
comedia de vida en pulido vivir.
Tras la brillante luz, mora el ávido
afán de idóneo obrar y sutural
conducta de sabio y bello convivir.
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Sólo para ti el calendario es, santo
y seña, de ayer del hoy y el día ulterior,
todo presenta su mida posterior
como ahorro de vida con encanto.
El presente es el instante del manto
que rodado une pasado en superior
día de almanaque, por la citerior
hora cuya crónica es desencanto.
Todo pasar es historia de agenda
polifacética del individuo,
que suma vida con sus días de sol.
La vida es cuaderno sin más adenda
que el recto trazado del tiempo asiduo
de bellas, luces y sombras tornasol.
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A Josefina Llorente
Mi melancolía es negra y prefiere
la luz de la mañana a la negritud
de la noche, el sol goza de magnitud
de vida a la que mi ánima se adhiere.
Claridad es el brillo que confiere
poder de espíritu, atando lentitud
en actos de pasión, por la plenitud
de vida, que vive en lo que no hiere.
Vibrar con la vida es gemir despierto,
cuyo ímpetu son llagas de vivencias
que escarban cuerpo y alma con luna llena.
La vida necesita del concierto,
cuya orquesta goza en las asonancias
que rompen la monotonía plena.
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Nunca se ha empapado de la alegría
que saturaba todos los rincones,
su natural contento eran acciones
justas, expertas, vivas sin sombría
Se entregaba con alma a su acería,
su voluntad era razón de vida,
cada mañana era vivir de afluida
finitud, diestra y sin altanería.
Sus apilamientos no eran ajenos
al ritual con que interpretar la vida.
El rito es una forma de ser y estar.
El libre albedrío demanda frenos,
certezas de honores, ética y mida,
justa palabra y hechos sin abaratar.
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En su sola soledad le amputaron
sus gozos personales, se enredaron
en la conmutativa acción y aislaron
la unidad personal que no sellaron.
No lo pensaron pero se alejaron
del “mundanal ruido” un trecho y abarcaron
su aislamiento en la unidad que aliñaron
con los mutuos empeños que abrigaron.
Reconociendo su unidad se aliaron
del plural ser y, en verdad, impulsaron
la idiosincrasia con que se alojaron
en las entretelas con que cambiaron
su extraño y variado ser, que negaron,
ya que, ni lo uno, ni lo otro, alabaron.
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Cuando el día atenúa se termina
la laboralidad del mismo, entonces
sin solución de continuidad naces
a otra ritualidad que te adoctrina.
Es menester tomar la gran cecina,
para llenar el buche en lo que alcances
por aquello que acontece y adormeces,
es tu soledad sin otra anodina.
Llegan momentos de ser todo en uno
cuya unidad es plural y diversa,
es hora de la reflexión y la acción.
La razón toma la senda que acuno,
vida que ayuno cuando me es adversa,
certeza que vive sin otra adicción.
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