Superado
el tránsito de la vida,
nada
de la existencia es realidad,
todo
muda, el óbito crea otra unidad,
la
que un día tras otro es desconocida.
Todo
muta en unidad de medida,
donde
resta el armazón como verdad,
ello
en sólo sesenta días; humildad
que
no solemos ver en la avenida.
Con
ello queda extinguido el orgullo,
la
vanidad, el egoísmo, la maldad,
el
odio, la envidia, la rivalidad.
Así
pues, la vida sólo tiene arrullo
por
la verdad, el honor y la unidad,
el
quantum de lo cívico en humanidad.
©
Jcb