“En otoño también amanece”. Caen las hojas del calendario, amanece una nueva vida, se pierde la actividad laboral ordinaria, nacen nuevos quehaceres, nuevas ilusiones..., para ser y estar.
La vida se vuelve otoñal, con sosiego, sin grandes bullicios primaverales, se ganan nuevas pasiones, nuevas razones.
Es una vida de nuevos caminos, nuevos objetivos, que con pasión y sosiego, se alcanzan eternas vitalidades. Cada día tiene una nueva razón, la que a su vez tiene una floreciente reflexión.
“En otoño también amanece”, cada día con una nueva razón. Con grandeza se fija el amor, se expande la pasión, crece el dolor, la vida toma nuevas tonalidades.
“En otoño también amanece”, se fija el color, se fija la pasión, la razón toma el sosiego del amor experimental de la vida que se va.
Con el otoño a la vida le nace nueva emoción, el “do”, “re”, “mi”, “fa”, “sol” de la vida, tiene nueva entonación, nace la belleza de la fraternidad, el calor de la generosidad por propia humanidad.
El otoño de la vida, nos trae la paz del camino manantial, la sabiduría por natural, el encuentro con la razón de cada cual, la perfección sin otra razón que el amor a la verdad, suprema razón de la transcendencia del yo.
El otoño de la vida, goza de todos los colores del sol, la luz de la vida en la oscuridad. Vida del yo sin otra razón.
El otoño de la vida trae nuevo “rol”, todo tiene un nuevo y más vivo color, todo goza de su razón, pura reflexión, justicia y pasión, nada es ajeno, todo tiene generosa razón de humanidad.
El otoño de la vida, te da los dos extremos de tu ser: la miseria de tu cuerpo y la grandeza de tu yo.
En el otoño de la vida, bajas la pendiente de las aguas bravas que tu juventud generó. Buscas el valle de las aguas quietas, de la sabiduría, del color, de la certeza, de la razón. Es la búsqueda de la verdad, sin otro amuleto que la reflexión. Es la verdad de la vida en su grandeza, en su desnudez, en su sencillez de color universal.