Andaba
yo, con la ayuda de mi cayado,
cabizbajo,
rumiando mis asuntos,
por
ello anduve, silenciosamente callado,
a
fin de que los pájaros y plantas del monte,
junto
a mi guardasen un respetuoso silencio,
que
es como mejor se digieren los pensamientos.
Las
lecciones de la vida, me enseñaron a callar,
expresarse
conforme a los sentimientos,
muchas
veces no es prudente,
la sinceridad no siempre se entiende, ni cae bien.
Así, toda mi vida, silenciosamente caminé por ella,
hasta
que al final de mi vida adulta,
una
vez que el cuerpo no soportó más,
mi
yo se dejó morir con él,
razón
por la que, silenciosamente, morí en paz.
©
Jcb