viernes, 15 de mayo de 2015

Trama y urdimbre






Tal es mi trama y su urdimbre
de los hechos y dichos,
que mi tembloroso brazo,
aunque aferrado a su cuerpo,
del que mi alma es sempiterno
adobo del mismo, sin remedio,
queda herida herida por la acción de aquel.


¿Qué sería de mi cuerpo sin su alma?.
Nada es ajeno a mi cuerpo,
si es propio a mi alma.
Mi alma construye mi yo,
quien alojada en mi cuerpo,
conforman una disociada unidad.

Con tristeza he de reconocer que mi cuerpo
se ha hecho más anciano que mi yo.
Mi alma demanda acción y construcción,
cosa que mi cuerpo, a veces, dice que no,
no aguanta el peso, le es excesivo,
más aún a la bisagras del mismo.

Así, tengo que admitir que cuando mi cuerpo muera,
mi yo, mi alma, habrá dejado de producir;
mi yo está sujeto a la existencia
del cuerpo que le aloja.

Mi cuerpo se convertirá en estiércol,
lo que es mucho decir, y mi vida habrá cesado.
Mi vida pasará a formar parte de la historia,
dejará de ser, para ocupar un pequeño espacio
en los anaqueles de lo que fue.

Mi yo quedará detenido
en la inmensidad del tiempo y el espacio;
seguiré teniendo presencia tanto en cuanto
alguien sea capaz de recordar
mis hechos y dichos;
la silueta de mi cuerpo,
al final, también será olvidada.

Sólo las construcciones de mi yo,
serán consideradas cuando los aromas de mi alma
sean valorados por otra razón, otro yo,
otra alma que con generosidad,
ponga sobre el tablero de la discusión,
los perfumes de mi aportación,
las razones de mi razón,
las daciones de mi yo.

Mi alma y sus producciones,
quedarán disociados de su armario alojador.
A partir de aquel momento, nada será igual,
todo será ajeno a mi cuerpo,
pasará a ser historia,
todo quedará separado y será distinto.


© Jcb