Toda
nuestra vida pende de una
sucesión
de hechos y circunstancias,
fuerzas
motriz que en la mayoría de las ocasiones
son
ajenas a la razón y la voluntad personal.
Estamos
sujetos a un árbol troncal,
del
que nos unen afectos, además de:
educación,
idiomas y otras
circunstancias
personales,
que
nos hacen progresar
y
nos atan con nudos de fuerza total.
Hemos
de valorar y tomar conciencia
de
cuanto somos, queremos y/o podemos
y,
aún, sin romper aquel cordón umbilical,
ser
capaces de abrir nuestra vida a todo
cuanto
deseamos hacer y ser,
esto
es, buscar aquello que queremos ser.
Sólo
nos es regalada la vida y el desarrollo
de
la misma hasta la mayoría de edad,
una
vez ello, sin romper las raíces troncales,
abrir
las alas y empezar a volar,
según
nuestros propios impulsos y voluntad de ser.
Tal
vuelo, unido a las raíces que lo sustentan,
exige
no dejar de otear la mejor presa
para
el desarrollo y progreso personal.
Todo
nos será permitido, salvo perjudicar
a
la persona que tenemos a nuestro lado,
la
felonía como la falacia,
no
caben en los canales de la vida en comunidad.
Crecer
a costa del sudor ajeno,
no
lo olvidemos, es villanía,
bajeza
moral, lo que no es compatible
con
los deberes éticos de una ciudadanía cívica.
©
Jcb