Presupongo
que yo bajaré al “Hades” antes que tú, te ruego esperes mis
noticias, ya que lo haré de inmediato, si ves que pasa el tiempo y
no te llegan mis nuevas, no pienses que he olvidado mi compromiso,
simplemente que no hay Hades ni Hadas, y mi yo ha perdido su
corporeidad, por tal ha dejado de actuar.
Lo
cierto es que tras la muerte, sólo existe el vacío, la nada,
nuestra total desaparición, nuestro cuerpo pasa al pudridero, en
tanto que nuestro yo queda eternamente congelado en el tiempo.
Tras
la muerte, sólo quedan los recuerdos, aquello que hayamos podido
dejar de palabra u obra, ello mientras que vivan quienes nos sucedan
y nos hayan conocido, una vez que ellos mueran, el recuerdo de lo que
fuimos, también desaparecerá con ellos.
Con
el paso del tiempo el olvido gana la partida. Tras nuestra muerte y
la de quienes nos sucedieron, sólo seguirá existiendo aquello que
hayamos dejado de forma menos perecedera: obras, escritos o palabras,
cosechas que, la mayoría de ellas, también morirán, todo es
cuestión de tiempo. Así pues, no olvidemos que el Hades, como el
Cielo o el Infierno, son absoluta creación humana, pura ficción,
una radiografía de lo inexistente, la nada, el vacío, una falacia
permanente.
A
lo largo de la historia de la humanidad, siempre han existido los
dioses, lo que no son otra cosa que creaciones humanas, como asideros
de la nada, de la vacuidad total.
Por
tal, quienes se dedican a vender la idea de Dios, cualquiera que sea
su advocación, no es otra cosa que una absoluta falacia, venta de
humo sin aparejo alguno.
Nadie
puede impedir ni obligar a creer en los dioses, pero el creyente debe
ser consecuente, lo primero que debe saber es que sus creencias son
pura ficción, una vez aceptada tal premisa, atender con absoluto
compromiso, las obligaciones que le impone su credo, por ello, en
todo momento debe ser perseverante con sus creencias. Ahora bien, el
proselitismo debe estar prohibido, ya que ante todo debe primar la
libertad de pensamiento, se vive en una comunidad plural y, con
civismo, la libertad de pensamiento, es una tarea que se debe aceptar
por y para todos los convecinos, con o sin creencias.
©
Jcb