El
concepto de lo individual como de lo colectivo, en cada momento, es
hijo de su tiempo; no obstante todos debemos tomar las lecciones de
la historia, ellas deben ser valoradas conforme a la capacidad y
presente de cada cual.
Así,
con tal argamasa, en cada momento, proyectar el futuro de todos y
cada uno de los individuos que conforman la colectividad, tal es el
arte individual y colectivo, de la construcción del “yo” y el
“nos”.
Nada
puede ser ajeno a los individuos que conforman la comunidad, por ello
desde la libertad y la pluralidad, todos los miembros, tienen el
derecho y la obligación de emplear su tiempo y hacienda en el bien y
progreso propio y por ende, en el bien y progreso de la sociedad en
su conjunto.
Por
tal, la ciudadanía toda, cuando concurran las circunstancias que lo
hagan posible, tiene el derecho y el deber de ser representantes
políticos de sus conciudadanos. Lo que sin duda ser un honor, que
tus convecinos te señalen como su representante temporal ante las
instituciones públicas. Una temporalidad que en ningún caso debe
superar un máximo de dos legislaturas.
Un
gran honor y un orgullo personal, es lo que debe sentir toda aquella
persona que llega a tener la representación pública de cualquier
territorio y colectivo de la Nación.
El
tiempo que dediques a representar a tus conciudadanos en las
instituciones públicas, es algo que siempre les debes agradecer.
Para
tal hecho, sólo se precisa cuatro cosas: compromiso, capacidad,
voluntad y honorabilidad.
Finalizada
aquella temporalidad, se debe presentar gestión y agradecer la
nominación, marchando a casa a continuar con las ocupaciones
ordinarias, con el honor del deber cumplido.
Por
tal entendemos nos, la representación de la colectividad, cualquiera
que la misma sea.
©
Jcb