Desiertos abrasadores exigen
sabiduría y tesón, erudición
para saber sortear la ebullición,
evitado actos opuestos que afligen.
Persistir en lo efímero da origen
a lo refractario sin otra acepción
de su singular yo, sin más oración
que la sinrazón e ideas que rigen.
Quedarse en el delirio abrasador,
es retorcer la vida propia y ajena;
hacer mal es voluntad de alimaña.
Vivir la visión del adulterador
es aliarse al pacto de abyecta hiena,
que ríe y mata al vencido y cabaña.
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