En su sola soledad le amputaron
sus gozos personales, se enredaron
en la conmutativa acción y aislaron
la unidad personal que no sellaron.
No lo pensaron pero se alejaron
del “mundanal ruido” un trecho y abarcaron
su aislamiento en la unidad que aliñaron
con los mutuos empeños que abrigaron.
Reconociendo su unidad se aliaron
del plural ser y, en verdad, impulsaron
la idiosincrasia con que se alojaron
en las entretelas con que cambiaron
su extraño y variado ser, que negaron,
ya que, ni lo uno, ni lo otro, alabaron.
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