La
palabra como hálito de fuego,
quien
siendo luz del tiempo,
es
ayuntamiento de vida por amor a la razón de vivir,
quien
por medio de la reflexión,
la
utopía conforma el camino de la vida.
Así,
razón y reflexión cohabitan
para
construir la vida y su palabra,
la toma vuelo de la temporalidad que conforma
el
eterno paraíso de la infancia;
basamento
de construcción de la vida
en sus
más puras esencias.
No hay
otra ocupación que la propia vida,
sin
más sobresaltos que la vivencia de la misma.
El
fuego que la misma genera,
son
los alisios y contralisios que la propia vida expele,
lo que
a diario hay regenerar
para
seguir viviendo el vivir.
La
utopía vivifica la senda de la propia vida.
El ser
y su sustancia, son vida,
conforman
una misma unidad del propio vivir.
©
Jcb