Si el que roba a un ladrón tiene
“cien años de perdón”,
en tal caso de “Martín Ojo de Plata”,
debió tener doble ración.
Su labor fue con justicia,
sin usura,
por razón de honor,
con pasión,
ciencia y amor.
Con ello, honro y con pasión,
dio cumplimiento al juramento que su padre,
en lecho de muerte le hizo prometer.
Tal fue así, que allí por donde pasó
antepuso, a su propia vida: la honra, la justicia,
la palabra dada;
el honor y la pasión por la familia;
los compañeros y gentes de buen hacer.
Equilibrio en la acción, respecto a las instituciones,
y al orden establecido;
abrazando en todo momento,
con respeto, amor y pasión, a todo cuanto le circundó.
Valores que cultivó, lo que en muchos casos no encontró,
en quienes a ello tenían obligación por gobernanza
y respeto a los pueblos que les otorgaron pleitesía con gran devoción.
© Jcb, 04/2013