Eras “más inocente que unas fuelles”,
jamás rumiaste la maldad de gentes,
sin destetar ya ganabas a dientes
los magros salarios de seis centelles.
Seis rubias en faltriquera eran huelles
de horas setenta y no así suficientes
para mendrugo de pan entre fuentes,
con fríos que no causaban descuelles.
Crecidos fuimos y consciencia hubimos,
más no en ello supimos ni pudimos,
la capellanía era mantra adagio.
Sentenciados éramos y absorbimos
aquella fusilería y aprendimos,
con sangre y fuego en doble felonía.
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