Toda
vida en sociedad es hija de la tribu que la alumbró y los ancestros
que la custodian; aquello más la innovación, conforman la
generación que evoluciona transformando lo que unos y otros son.
Todo
ello no es otra cosa que el germen básico de la educación. El
estrato superior es aquel que conforma la instrucción pública.
Ambos son los pilares fundamentales que dan lugar a la sociedad
civilizada, de cuya madurez nacerá la cultura, la que acredita el
ser y estar de los individuos y de los pueblos en su conjunto.
El
negocio de la vida en sociedad, exige compromiso y civismo ético, lo
que no es otra cosa que un absoluto respeto al yo, el tú y el
nosotros, lo que se genera desde la cuna hasta la tumba. Ello es
honorabilidad de la vida personal y equilibrio con los convecinos,
basamentos ambos, de sabiduría e inteligencia individual y
colectiva.
La
vida es individualidad y colectividad en armonía o no es nada, su
base es la tribu, donde se forjan los individuos por medio de la
educación, tiempo y espacio en el que nacen los valores
individuales; lugar donde se cimientan los conceptos corporativos y la
pluralidad del yo.
El
negocio de la vida en sociedad, es la educación de la tribu, lo que
se ve reforzada por la instrucción pública, espacios y tiempos
donde se juega la gran partida del ser y el saber; donde crece la
inteligencia, la sabiduría y la ciencia pública; tiempo y espacio
en el que nace la utilidad plural. Ello desde la más tierna edad
hasta la universidad, donde todos los sujetos, sin distinción
alguna, deben ser instruidos en los más amplios saberes del
conocimiento, ya como individuos, ya como miembros de una sociedad
plural, recibiendo por ello la capacitación más amplia.
El
negocio de la vida en sociedad exige congruencia e igualdad, para
todos y cada uno de los individuos, con equilibrio y observación de
todas y cada una de las reglas de juego.
Por
tal, desde la Jefatura del Estado hasta la última criatura, en su
individualidad y con absoluta honestidad, es obligado trabajar todos
y cada uno de los días, por el bien colectivo de la Nación, así
como por la perfección individual, en lo físico, en lo psíquico y
en lo instructivo, cuyo fin, no es otro que generar la más justa y
completa capacitación profesional, donde todas las criaturas puedan
ganar el pan de la vida, desde el bien hacer, con total y pertinente
honestidad.
En
el negocio de la vida en sociedad, nada de los individuos, es ajeno
al Estado, quien con toda pulcritud, es su deber, ayudar y defender
los intereses individuales y colectivos de todas y cada una de las
personas que conforma la Nación; ello no es otra cosa que la suprema
obligación cívica de la administración de la Nación. Cualquier
carencia en la felicidad de los individuos, como sujetos de la
colectividad, es un infortunio de la Nación.
Así,
en el negocio de la vida en sociedad, todo incumplimiento de la norma
es una violación de la Constitución y por tal, de todo el corpus
iuris civilis que
la Nación se concede, cuyo administrador, por delegación, es el
Estado. Por ello, cualquier carencia en las necesidades básicas de
las personas que conforman la Nación, es un atentado a la dignidad
de las personas, así como un fracaso contractual del Estado, por
ende, una violación de la norma, una desventura de los individuos,
de la tribu y de la Nación.
©
Jcb