Al rugir la tierra, los sueños quiebran,
sus bellas imágenes per se truecan
en drama de gentes, donde le cercan
las desgracias, por las que piden se abran
las piedras volcánicas, que deslumbran
sus justas razones y se esclarezcan
los negros mantos, que matan y achican
las blancas causas de vida que encumbran.
Tal destrucción es dolor sin consuelo,
quebranto que dudará años para afear
a lugareños su vida aguerrida.
Que el postrero rugido enjugue el duelo,
trunque la desesperanza y haga flamear
la bandera de una superior vida.
© Jcb