Perdido en la noche eterna, sin otra luz que las estrellas,
cual acompañantes de la luna que nos hechiza
Mi fragilidad es grande, la que se fragua en la
fortaleza que me otorga su aceptación.
Mi esqueleto no responde a las cargas de mi ser,
es por ello que ya no reconozco al cuerpo que conmigo va.
El manto de aquella oscuridad cubre mis días y mis noches,
el silencio de ellos se asemejan a la piedra sepulcral.
Nada me es ajeno, todo me es cercano,
próximo a mis días y a mis noches,
todo cuanto me acontece me pertenece.
Soy propietario de mis virtudes y mis defectos,
unas y otros son devengos en mi mochila.
Todo ello morirá cuando mi cuerpo lo haga,
en ese instante mi yo dejará de producir,
quedará congelado y en tal estado
pasará a la noche de los tiempos.
© Jcb