Educación
e instrucción pública son la suma del
triángulo perfecto que cierra la cultura, la que da fe del ser de
cada cual y la sociedad en su conjunto. Cultura es el sedimento y,
como tal, el néctar de la vida individual y colectiva.
Las
gentes tejen, los pueblos conforman y ordenan las individualidades,
generando lo plural dentro de lo singular, patrimonializando con
ello, la instrucción pública.
La
cultura como señas de identidad de lo singular, genera lo plural,
cual sesgo creador de distinción colectiva. Así, la cultura es la
expresión fáctica de lo singular y lo plural, conformando a su vez,
la unidad plural de la población.
Por
tal, toda vez que la educación es expresión cierta de la tribu y,
dado que, la instrucción pública genera la formación cierta de los
individuos, la suma de ambos, en el seno de la colectividad, genera
la ciudadanía cívica, siendo la ética su razón de ser y estar.
Tanto
desde lo singular o particular, como de lo plural o colectivo; la
educación y la formación transitan desde la cuna hasta la piedra
sepulcral, siendo la cultura el manto que diariamente cubre la vida
de la individual y lo colectivo.
Para
tal aventura sólo hace falta compromiso cívico individual y
colectivo. Siendo las instituciones públicas las que ponen los
medios y la juramentada responsabilidad, dando alas a los individuos
y los colectivos socialmente cívicos.
©
Jcb