La
vida humana, en sí, la mantiene
esa
muerte, de engañadora senectud
que
arrastra la vida perdida su virtud;
pide
fuerza y alienta lo que se atiene.
Su
belleza es la fuerza que sostiene
la
ciencia de todo ser, con gratitud
el
saber estar le niega ingratitud,
cuyo
esplendor es fuerza de higiene.
Senectud,
jugos de pasión e ilusión,
gallardía
que el tiempo cotejó y engulló,
aderezó
el honor de augurio tras hornear.
Senectud,
continente de persuasión,
belleza
que la fiesta devoró; aúllo
la
vida que juventud no festejó.
©
Jcb