I
Madre, siempre vigente, siempre silente,
constante luminaria todo día
vida sin loas, en silencio vigía.
nada es eternamente, sí doliente.
Sólo el indomable es permanente
conocedor de luz y diligencia,
orden y paz su guía e intendencia,
de las horas entregadas a su gente.
Atiende todos los olores y colores
sol de los hijos, sus amores, su luz,
es la vida dedicada a la verdad.
Su cuerpo y su acción son dos flores,
rosas de su jardín al sol contraluz.
Vida y sangre por igual en bondad
II
Nada es más doliente y firme eternamente
presente que suceder a su prole.
Siempre amable, en todo avivándole,
a la acción más noble de su gente.
Capaz de amamantar fecundamente,
dedicando el día sin hipérbole,
al crecimiento interior ganándole
el rizo más brillante fijamente.
Aglutinadora, fuente de ilusión,
salud y razón, punto de su verdad,
todos tienen plato y labor de pan.
Llegan los nietos y hay una canción,
para todos ellos crece la prioridad,
siempre tiene un ¡ay!, su flor azafrán.
©
Jcb