I
A tus silencios no le encuentro la razón,
pero estoy seguro que tienen una explicación.
Las razones de los sentimientos no son la razón,
simplemente son, en muchos casos, son obcecación.
II
Todo es cuestión de valoración.
Uno de aquí, otro de allí,
la suma es la que quiero yo.
III
En mi razón quien manda soy yo,
tu importas en tanto lo quiera o entienda yo,
las razones del corazón, no tienen explicación,
son lo que son, sin más razón.
IV
Lo que un día nació otro día murió,
las causas, el camino las forjo.
Forja que el tiempo formuló,
la que la noche de los tiempos,
de sombras el camino cubrió.
V
Sombras que en el día y en la noche
el alma achica y enloquece
donde la razón perece,
la vida, sin explicación, entristece.
VI
Sombra de mis sombras,
conmigo vas, donde quiera
que yo transite, tu allí insistes.
Sombra de mis sombras que mi vida derrites,
tu insistes y para ti no tengo escondite.
VII
Quiera la tierra y la razón,
que todo tenga su explicación.
Hay razones que no tienen ilustración,
son mis circunstancias, soy yo.
VIII
Cuando el yugo no se ajusta a la bestia,
el barbecho no guarda recta dirección.
Todo es cuestión de medida y fijación;
eso sí, con sentimientos y razón.
Difícil cosa y trabajo peleón,
más aún si en ese hacer hay dos,
sin son más, el sol pereció.
IX
Más grave aún, si en ese camino
la distancia y la hierba creció,
en algún momento en maleza se convirtió.
Por ello, nunca separar la razón y el corazón.
Corazón que sangra sin ninguna revelación.
X
Dos nunca es uno, tampoco ninguno,
pues uno es uno y uno tampoco es otro.
XI
Sombra de mis sombras, que a mí acudes,
como la vida y la muerte, es perenne,
en todo instante eres presente.
XII
Eres la vida, eres la muerte,
eres permanente, eres luz ardiente,
sin sol ni día resplandeciente.
En mi está la fuente,
el débil, el fuerte, el doliente,
sin querer en mí eres presente.