Perdido en la noche de los tiempos,
a veces sin saber tomar la dirección correcta
en los diferentes cruces de camino.
Siempre he tenido claro que una vez
que se toma una dirección,
si ella es errónea, hay que hacer un alto,
y, con serenidad, valorar y, si fuere necesario,
hacer un quiebro y enmendar la ruta.
Sólo errando se aprenden las sendas de la vida.
Hoy reconozco mi transitar,
pero tengo que admitir que quien conmigo camina
es un ser que suma muchas capas de aciertos y errores,
un ser que jamás he conocido y, sin embargo,
lo reconozco en todas sus zozobras.
He menguado a lo largo y he crecido a lo ancho,
ahora ya, mi esqueleto no responde a las cargas de mi estar;
así pues, ¿quién es el que conmigo va?
Soy consciente que cuando termine mi cuerpo,
mi yo habrá llegado a su fin, ya nada me restará hacer.
Sólo quedará mi obra positiva y negativa,
la que será juzgada por terceros,
cuya opinión ya nada me importará, pues no podré responder,
por tal la sentencia la dictará la historia.
© Jcb