En
mi eterna madrugada,
la
luz fue perenne para
alumbrar
tu regreso,
pero
la espera fue vana, una vez más,
quedé
huérfano de tu llegada;
el
vacío fue constante, mi espera quebró,
el
desaliento se torno tristeza;
mas
como la luz del sol amanece cada mañana,
así,
la semilla que muere
la
tierra que le acoge genera nuevo fruto;
por
tal mis gemidos y lágrimas,
sembrarán
nuevas razones
de
causas eternas y ausentes,
las
que engendrarán vivas razones
para
vivir con afectos;
ellas
sabrán ser y estar con la reflexión
que
obliga y ponderada toda justa razón
de
ser y estar con la verdad unicelular.
©
Jcb